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Consejería de Educación. Junta de Extremadura

Florencio Fernández Araújo, ha muerto.

Temprano levantó la muerte el vuelo. Florencio, nuestro amigo «Flores», como le llamábamos coloquialmente, nos ha abandonado de una manera dramática. La noticia de su muerte, una mañana de domingo, fría y seca de diciembre, nos golpeó el alma, como un aldabonazo. No lo podíamos creer, no queríamos creerlo…y sin embargo, irremediablemente todo había acabado de repente; Ya no se podía hacer nada. ¡Qué muerte, tan inesperada! ¡Qué muerte, tan sentida! Pensadlo: un hombre joven, fuerte, sano, pletórico en vida y en dos segundos… ¡todo se acabó! Su vida se evaporó en dos segundos, se le escapó en dos segundos sin poderla retener como un pez se escurre entre las manos. Ya no había remedio…
Flores, era nuestro Orientador en el colegio, había vuelto con nosotros, digo que había vuelto, porque en realidad sus primeros años de maestro ya en propiedad, los pasó aquí, primero en Navezuelas, luego en Deleitosa y después, una vez se habilitó en la especialidad de pedagogía terapéutica , en las cuatro localidades del CRA. A continuación pasaría algunos años más en el Servicio de Orientación de Navalmoral, hasta entrar en Trujillo, desde donde atendía a nuestro CRA, por eso digo que había vuelto con nosotros, aunque en realidad él no se había marchado

nunca del todo, quien lo conocía, sabrá porqué lo digo. Flores, vivía en Retamosa, con sus padres y por lo tanto siempre estuvo ligado a esta comarca de las Villuercas y nunca perdimos el contacto, además él era siempre amigo de sus amigos y de todos los demás; cultivaba la amistad con todo el mundo y cada vez que acudía al pueblo de Navezuelas invitado a alguna boda o por cualquier otro compromiso similar( porque no faltaba a ninguna celebración de este tipo), siempre pasaba por casa a saludar y a sacarte a tomar una cerveza, cosa nada fácil, por otra parte, nada fácil de tomarla rápida, quiero decir, porque desde que aparecíamos en la calle hasta que entrábamos en el bar se quedaba saludando a cuantas personas fortuitamente nos encontrásemos; y es que conocía a todo el mundo, a los más jóvenes, a los más viejos, a los hombres ,a las mujeres, a los chicos, a las chicas…y uno que iba delante, parándome de vez en cuando, haciendo tiempo para esperarlo, tenía que sucumbir, y rendido y derrotado entrar solo en el bar, llegar a la barra , pedir la consumición y esperar pacientemente a que llegara Flores, y cuando llegaba, sin poderlo evitar siempre le decía lo mismo: Flores, eres como las zarzas, en cualquier esquina y con cualquiera te enredas…, y por respuesta , una sonrisa amplia y un gesto explicativo, muy típico suyo levantando los antebrazos a la altura del codo y las dos manos con los dedos extendido mirándose entre sí, como diciéndote: ¿Qué le voy a hacer? …Y eso mismo, pensaba yo, que qué lo iba a hacer, si estaba en su condición.
Luego de ese primer domingo trágico de diciembre, lo enterramos el lunes. La iglesia estaba repleta, no cabía un alfiler, coronas y ramos de flores inundaron el féretro de Flores. La calle que conducía al cementerio abarrotada de personas… y sus padres destrozados: «Florín», su hijo «Florín», los dejaba para siempre y qué tristeza más grande observar a esa pareja de ancianos arrastrando un dolor tan insoportable, ¡qué tristeza más grande tener que ver a los padres enterrar a los hijos! , y nos quedamos pensando aturdidos, que cómo se puede ir la vida en un momento, cómo acecha la definitiva, un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado, Flores, compañero y amigo: ¡Descansa en paz!
No lo podíamos creer, no queríamos creerlo…pero qué amarga es la verdad en algunas ocasiones.